Un joven boyacense nos cuenta por qué decidió enlistarse en el voluntariado de socorredores mineros del departamento y prepararse para salvar y rescatar a otros mineros después de perder a su hermano y a ocho compañeros en una explosión de una mina ilegal de carbón donde trabajaba y se salvó de milagro.
Nacido en Corrales, Boyacá, un pueblo reconocido por la calidez de su gente, las génovas, el alumbrado navideño y ubicado en la provincia del Tundama sobre un flanco de la cordillera oriental, Sebastián sigue desde los 16 años la tradición familiar de trabajar en minería, una de las actividades económicas más representativas de la región.
Como es costumbre su jornada inicia a las 5 de la mañana, alista el overol, sus botas y el casco, que no pueden faltar, para adentrarse en la mina que le ofrece un recurso para llevar sustento a la casa donde vive con su mamá y hermana.
Doña Julia, su mamá lo despide con un desayuno bien ‘trancado’ y con la bendición para que el todopoderoso lo lleve y regrese con bien. Y es que hace cuatro años ella despidió para siempre a uno de sus hijos y algunos de los trabajadores a los que le vendía en ese tiempo la alimentación, luego de un lamentable accidente.
“El 5 de diciembre de 2017, era un día de trabajo como de costumbre, mi hermano que era el encargado de esa mina estaba con ocho trabajadores adentro cuando se prendió una chispa y por la acumulación de gas metano que había en el lugar se generó la detonación que les quitó la vida”, narra Sebastián, quien se encontraba afuera de la mina, donde fue alcanzado por el impacto de la explosión, tirándolo tres metros de donde estaba y dejándolo inconsciente por varios minutos.
“Una situación nada fácil y que no se olvida”, afirma el joven, quien recuerda este accidente como un detonante para tomar conciencia de la importancia de estar preparado a la hora de enfrentar una emergencia y de tener todas las medidas y herramientas para evitarlas.
Tras la pérdida de su hermano de 42 años y sabiendo que él y sus otros familiares continuarían en la minería, decidió enlistarse en el curso de socorredor minero a los dos meses del accidente, como un homenaje a las víctimas y como reto para preservar la vida en las minas.
“Quise ser promotor y vocero de la seguridad porque la mayoría de los accidentes en las minas se pueden evitar, estos cursos son pesados pero muy buenos ya que le dan a uno las recomendaciones y las técnicas que se deben aplicar, algunas las desconocemos y otras lamentablemente por confiados no las tenemos en cuenta”, asegura el joven de 1.68 de estatura.
Y es que para ser parte del grupo de socorredores mineros no hay un estereotipo definido, esta labor la puede adelantar “la persona que tiene voluntad, la intensión de aprender y la disposición de atender una emergencia cuando se requiera, alguien que lo haga de corazón y que trabaje en equipo”, afirma Sebastián quien dice que sus compañeros socorredores se han convertido en su otra familia.
La familia de salvamento minero, con la que comparte una misma pasión, la de ayudar a prevenir emergencias y atenderlas cuando estas se presentan, es un grupo de trabajadores que “intercambiamos experiencias, anécdotas y nos cuidamos mutuamente”. Un equipo que adelanta una ardua labor, con una preparación física y mental inagotable dispuestos a arriesgar sus vidas para salvar a otros. |
“Nosotros no somos socorredores de profesión, somos socorredores de ocasión, humildes, que nos nace hacer lo que hacemos, somos una familia que arriesgamos nuestras vidas para rescatar a las víctimas de los accidentes y ayudar a sus familias”.
Es preciso señalar que, las personas que intervienen en una acción de rescate minero, funcionarios y socorredores, están expuestas a innumerables situaciones de riesgo como: caídas de rocas, atmosferas contaminadas y/o explosivas, inundaciones, incendios, atrapamientos, riesgos biológicos etc.
Sin embargo, lo más difícil de su trabajo, señala Sebastián, es el dolor y la angustia de las familias de los trabajadores que se ven afectados en las emergencias. “Lamentablemente en algunas ocasiones no tenemos la satisfacción de entrar y rescatar con vida a las personas; encontrar compañeros o conocidos sin vida y entregarlos a sus seres queridos es una escena muy dura, lo más difícil de este trabajo”.
Cada vez que se incorpora a una labor de rescate, Sebastián se encomienda a Dios y a su hermano para que desde el cielo lo guíen y saquen en victoria. Así como lo ocurrido en Sativa, una experiencia que describe fue muy bonita y gratificante.
“Después de 6 días de trabajar día y noche, donde nos turnábamos con los compañeros y solo descansábamos por ratos, cuando nos vencía ya el sueño, en unas condiciones bastante difíciles y donde eran mínimas las posibilidades de sobrevivencia, tuvimos la suerte de encontrar a una persona con vida, fue algo demasiado bonito, ver que todo el esfuerzo valió la pena, el poder entregarle a la esposa y familia este trabajador que era además bastante joven fue muy esperanzador”, recuerda el socorredor.
Después de terminar en el 2018 el curso de formación y entrenamiento de socorredor minero, donde se formó y entrenó con otros trabajadores mineros subterráneos en la prevención de accidentes e intervención segura de las acciones de salvamento minero, bajo los estándares de competencia descritos en el Vademécum de Salvamento Minero, Sebastián ha participado en la atención de ocho emergencias, ocasionadas en su mayoría por derrumbes y explosiones por falta de ventilación.
Certificado como socorredor minero y voluntario que apoya la atención de emergencias mineras, el menor de los hermanos Torres se convierte en multiplicador de una cultura de prevención y seguridad en su puesto de trabajo y en la región.
Dispuesto a responder el llamado de apoyo cuando se necesite, Sebastián no duda en formar parte de la cuadrilla y acompañar las labores de rescate que le ponen el credo en la boca a doña Julia, una labor que a ella no le simpatiza pero que aplaude por la valentía de su muchacho.
Sin una remuneración económica adicional por su labor como socorredor, Sebastián tiene el deseo de ser ejemplo y un referente para otros jóvenes de la región. “Independientemente de los riesgos, la situación que viví y la pérdida de mi hermano, la minería me apasiona y como socorredor quiero transmitir, seguridad y confianza en la minería”.
La meta del apasionado voluntario es seguir estudiando, su próximo reto es formarse como coordinador logístico de salvamento minero y formar una cuadrilla para participar en las olimpiadas nacionales de seguridad y salvamento minero, evento que se adelanta cada dos años y que, para esta vigencia en su quinta versión, se desarrollará del 10 al 12 de noviembre en Zipaquirá y Nemocón.
Finalmente, el autocuidado es el llamado que este boyacense envía a todos los mineros y trabajadores del país, “siempre hay alguien que nos espera, por eso debemos cuidarnos y pensar siempre en la seguridad. Identificar riesgos y ponerles atención por mínimos que sean, no pasarlos por alto, informarlos ya que son acciones pequeñas que llegan a salvar vidas”.
*Sebastián extiende un agradecimiento especial a sus mentores Leonardo Gil Cárdenas y Héctor Manuel Torres quienes lo apoyaron para seguir este llamado de socorredor minero, así mismo, da un reconocimiento a todos los ingenieros de la ANM y al equipo de la estación de salvamento minero de Nobsa, que le ayudaron en su proceso de formación como socorredor.
Periodista: Jenny Fernanda Moreno Gómez
Comunicadora social y periodista
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