La semana pasada la empresa carbonífera Prodeco anunció el inicio del proceso de devolución de sus títulos mineros a la Nación. Esta decisión de la tercera compañía exportadora del mineral en el país profundiza la crisis que atraviesa esta industria tanto local como globalmente.
A nivel mundial, varias tendencias, más allá de la pandemia del coronavirus, han venido impactando la estructura y las perspectivas del mercado del carbón.
En primer lugar, las preocupaciones internacionales sobre el cambio climático han impulsado metas de reducción de emisiones de CO2, que incluyen una agenda de descarbonización. Esto es, la Unión Europea y Estados Unidos vienen desplegando políticas específicas de disminución del peso del carbón en su generación de energía y en otras actividades.
A lo anterior se añade una creciente sensibilidad de bancos y fondos sobre los aspectos sociales, ambientales y de gobernanza (ESG) de los proyectos de inversión. Esto ha empujado incluso a gigantes globales de la minería como Glencore, matriz de Prodeco, a buscar rutas claras hacia la neutralidad de carbono en las próximas décadas.
Si bien publicaciones económicas como The Economist han afirmado recientemente que es “tiempo de que el carbón sea historia”, la Agencia Internacional de Energía estima en 27 por ciento la contribución de este mineral.
Que la industria carbonífera sea la mayor fuente de gases invernadero, ha conducido no solo a una caída en el consumo y en los precios, sino también a una reconfiguración del mercado global. Mientras las economías ricas occidentales rechazan al mineral, los países asiáticos -desde China, Japón e India hasta Vietnam e Indonesia- concentran hoy la mayor demanda.
El escenario local no está mejor. Tras producir unas 90 millones de toneladas anuales entre 2016 y 2018, las proyecciones para el 2020 llegan solo hasta los 50 millones. A finales del año pasado la industria nacional vivió una situación inédita: Cerrejón en huelga y Prodeco y CNR con operaciones suspendidas.
A los bajos precios internacionales como factor catalizador de la crisis, hay que sumarle crecientes costos de producción, altas inversiones ambientales e inseguridad jurídica.Tras tres décadas y unos 3 mil millones de inversión en el país, Prodeco cierra sus operaciones porque ya no son viables económicamente.
Todo esto en un sector que ha girado unos 2 billones de pesos en regalías en los últimos tres años y 1,5 billones en impuestos de renta anuales. Y que además cuenta con un producto de alta calidad y 70 años de reservas.
Sin embargo, es justo decir que son La Guajira y Cesar, centro de la extracción carbonífera, departamentos con altísimos niveles de pobreza monetaria (61,8 y 51,7 por ciento en 2019). En cuanto a traducir las regalías mineras en desarrollo regional, el balance es negativo.
La muerte del carbón no será tan inminente como muchos pronostican. No obstante, es imparable el tránsito hacia una economía con menos carbón y el que quede, más limpio a partir de la tecnología.
A pesar de ello, el Gobierno Nacional no parece tener una estrategia clara y concertada con los actores de la industria para mantener al segundo renglón de exportaciones. O al menos para adaptarlo a estas condiciones cambiantes.
El Ministerio de Minas necesita establecer una hoja de ruta para la recuperación en el corto plazo, la transformación en el mediano y en el largo el cierre programado y seguro de este sector de la minería.
Tomado de: Portafolio «Carbón: ¿No hay futuro?» Francisco Miranda Hamburger (7 de febrero del 2021) Recuperado de: https://www.portafolio.co/opinion/editorial/carbon-no-hay-futuro-carta-del-director-editorial-548924
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