egún cifras de la Agencia Nacional de Minería, la producción de carbón en el primer semestre de 2020 tuvo una caída del 26,8%, debido a la suspensión de operaciones en el norte del país. Nunca antes en nuestra historia, habían estado simultáneamente suspendidas dos minas de carbón.
La proyección de exportaciones del año, indica que solo se exportarán 50 millones de toneladas. Comparado con las 90 millones de toneladas anuales exportadas entre 2016 y 2018, lo anterior deja en evidencia la gravedad y la urgencia de tomar acciones rápidas y concretas.
Por meses, hemos venido insistiendo en la imperativa necesidad de construir una política diferencial para impulsar la competitividad del carbón y establecer una hoja de ruta clara que permita hacer frente a los constantes cambios de los mercados internacionales.
Nuestro carbón ha estabilizado las finanzas públicas del país a través de la generación divisas, ha aportado al sistema general de regalías 2 billones de pesos en los últimos tres años y ha pagado en impuesto de renta, cerca de 1,5 billones de pesos anuales en los últimos dos años.
Sumado a lo anterior están los aportes en las regiones donde esta industria se desarrolla. Solo en compras de bienes y servicios, el sector minero ha invertido cerca de 3 billones de pesos, en temas sociales más de 160 mil millones y en proyectos ambientales, más de 530 mil millones de pesos respectivamente.
A pesar de lo anterior existe en la discusión pública una acentuada afirmación sobre el fin inminente la industria del carbón en el mundo, aduciendo que la totalidad de los países van a dejar de producir energía a base de este mineral.
Sin embargo, de acuerdo al Instituto de Energía del Mundo para el 2040, el carbón representará el 25% de la matriz energética del planeta; Japón tiene previsto construir 22 termoeléctricas en los próximos 5 años; China, Indonesia, Vietnam y Filipinas, entre otros, tienen presupuestado duplicar su capacidad de generación a base de carbón.
Se equivocan, quienes piensan que la vida de esta industria es la crónica de una muerte anunciada.
De tal forma que la pregunta que debemos responder es ¿cómo trazar una hoja de ruta para aprovechar un mercado mundial distinto, más no extinto? El mercado del carbón cambió, tiene nuevas dinámicas y como país debemos entenderlas y buscar nuevas formas de acceder a él.
Lo contrario sería dejar enterrados 70 años de reservas y negar la posibilidad de traducir esa riqueza en más regalías y con ello, más escuelas, mejores vías, hospitales y bibliotecas, entre muchos otros beneficios.
Entonces, ¿por qué no crear una política para la competitividad que nos permita pelear, mano a mano, con los jugadores del mercado asiático?
El debate está abierto. El futuro del mineral colombiano, de los trabajadores y las comunidades aledañas está en nuestras manos, en la capacidad de los ciudadanos, gobierno y empresas de unirnos y sentar una hoja de ruta para un sector, al que en los últimos años las discusiones anacrónicas han minimizado. No podemos seguir aplazando esta responsabilidad.
Juan Camilo Nariño
Presidente de la Asociación Colombiana de Minería.
0 comments