Jean-Claude Biver es un personaje de referencia en el mundo del lujo y la alta relojería. Lo menos que puede decirse de él es que desafía los estereotipos: no usa traje y corbata y habla con irreverencia de ese mundo, el del lujo.
Jean-Claude Biver es un personaje de referencia en el mundo del lujo y la alta relojería. Lo menos que puede decirse de él es que desafía los estereotipos: no usa traje y corbata y habla con irreverencia de ese mundo, el del lujo. Además de presidir una de las más prestigiosas marcas de relojes, es un productor artesanal de queso, uno tan exclusivo que no se vende. Lo regala a sus amigos. Habla fuerte, casi a gritos, y dice cosas que desafían el sentido común: “El oro no es lujo, aunque sea valioso, era lujo en los tiempos de Tutankamon y hace algunos años (…) Una camiseta de 100 dólares puede ser lujo, lo mismo que unos tenis, pregúntenle a los Millennials”.
Tiene 67 años y ha marcado una época en la relojería suiza. Fue clave en su reinvención para competir con los fabricantes japoneses de cuarzo. Reconoce que la industria del lujo está en una crisis que tiene que ver con tres décadas que han sido demasiado buenas, “tantos años de buenas ventas nos volvieron arrogantes, nos hicieron perder ese tipo de sensibilidad que producen las dudas, abandonar esa búsqueda que viene de preguntarse si uno está haciendo lo correcto”.
Así como el oro no es necesariamente sinónimo de lujo, el arte siempre lo es. Afirma: “cada generación se define por sus gustos en el arte. Hay una generación que se peleaba por las pinturas de los impresionistas e hizo que los precios de esas obras se fueran al cielo. Ahora el arte que buscan los millonarios más jóvenes es contemporáneo. Siempre es el arte, pero es algo que está en movimiento”.
Porta un reloj inteligente que ha producido Tag y lo muestra para enfatizar su argumento, “los wearables están redefiniendo el lujo. Es parte de un cambio que apenas empieza. El siglo XXI no nació con el último año del siglo XX, sino con la aparición en escena de los Millennials. Ellos están empezando a redefinir muchas cosas, entre ellas el lujo. No lo ven del mismo modo que sus padres. Ellos no quieren entrar a una joyería. Para ellos el lujo tiene que ver con cosas prácticas y con la tecnología”.
Está en México, como uno de los invitados estelares en la celebración del Salón Internacional de Alta Relojería. Coloca a México como uno de los mercados más importantes para Hublot y Tag Heuer, “entre los 10 primeros, quizá el número ocho”. Lamenta la crisis de inseguridad, pero trata de ponerla en perspectiva, “es una cosa que está pasando en todo el mundo, afecta la vida de la gente y la marcha de los negocios porque pega en la confianza”.
¿Tiene una opinión de la estética relacionada con el narco?, le pregunto. “No sé mucho del tema pero hay una cosa que ocurre en todos lados: la primera generación es ostentosa y luego le siguen otros que son más discretos. La ostentación afecta el negocio. Puedo garantizar que eso pasará: vendrá una estética menos estridente”, contesta.
“Los deportes son ahora una de las formas más importantes para comunicar la idea del lujo. Hay muchas personas que no irían a una joyería, si no supieran de una marca a través de un atleta famoso”.
Fuente: eleconomista.com.mx
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