Colombia sigue siendo un punto de referencia en el radar de la operación minera a nivel internacional.
La razón es que a partir de diciembre, la multinacional Orica Mining Services, que tiene su sede en Australia, pondrá en operación una moderna planta para el ensamblaje de detonadores eléctricos.
En diálogo exclusivo con Portafolio, el colombiano Alberto Calderón, CEO global de la firma, explicó cómo la operación del nuevo complejo suplirá las necesidades del mercado local y determinó por qué el país debe meter el acelerador a fondo en la actividad minera. Además, aseguró que aunque existe una revolución de las energías renovables, el carbón, además de tener longevidad por la riqueza de los yacimientos, es el llamado a garantizar la energía firme y confiable.
¿Cómo se puede interpretar la inauguración de esta planta en Colombia?
Esta planta es la segunda que tenemos en el mundo. La más grande está en Canadá, y acá se producirá el detonador más avanzado en tecnología que existe en materia de explosivos.
En este complejo se armarán un millón de unidades, de las cuales el 80% son para el consumo interno y 20% para exportar al Caribe. El proceso es de ensamblaje. Los componentes se producen en países como Canadá o Sudáfrica y la tecnología final se desarrolla en Colombia.
¿Esto se debe a la importancia de la minería en la economía nacional y que hay una operación interna asegurada?
Sí. Nuestro modelo (Orica tiene presencia en 100 países) es una economía de escala para tener producción local. Las 90 millones de toneladas de carbón que se producen al año reflejan la viabilidad comercial de la operación. Además, el transporte de explosivos es difícil y costoso, pero el montaje a nivel local hace que este proceso sea mucho más económico.
La planta es el resultado de una relación con Indumil, ¿cómo ha sido este proceso?
Por 20 años ha sido una relación interesante. Indumil tiene el monopolio de todo lo relacionado con armamento, munición y explosivos. Y nuestros clientes son compañías mineras como Glencore o BHP, multinacionales que manejan altos estándares de operación.
Tener una buena relaciones con una empresa estatal y, al mismo tiempo, mantener estándares de eficiencia, y asegurar lo último en tecnología, no es fácil. Pero hay una sincronización.
Como productores de un insumo clave para la minería, ¿ustedes serían un termómetro para medir la operación en el mundo?
En Colombia, hace tres o cuatro años, al comenzar la revolución de la energía solar y eólica, o los carros eléctricos, se concluyó que le quedaban pocos años al carbón. Pero este mineral tiene más longevidad de lo que se estima. Las fuentes renovables han tenido una evolución vertiginosa, pero el problema es el almacenamiento.
Lo que se necesita es energía confiable. Y para los próximos 20 años, en la mayor parte del mundo, como en Asia –donde países como India, Indonesia y China, entre otros–, esta provendrá del carbón.
¿Y Colombia?
En Colombia no se entiende la importancia de los recursos naturales en la vida económica del país. Cerca del 60% de las exportaciones del país son carbón, petróleo, oro y níquel. Sin estas ventas se presentaría un colapso en la balanza de pagos.
La Nación tiene una ventana para maximizar el potencial enorme que es el carbón para la generación de energía, y sembrar la transición a 20 años.
Las reglas de juego en Colombia no necesariamente permitirán intuir que se aprovechará esta ventana de oportunidades…
Temas como la inseguridad jurídica o la carga impositiva del 41% frenan las inversiones. La ventana de oportunidades es de 20 años, pero la de inversión es de cinco, ya que los desembolsos son de miles de millones dólares que necesitan un retorno a 15 años.
Hay una posibilidad real de que el país se quede con todo el carbón en el subsuelo. Un caso es el Cerrejón, donde está restringida la producción a 30 millones toneladas, y el complejo debería estar hoy sacando más de 45 millones.
¿Ustedes detectan que esa reacción negativa hacia la minería que existe en Colombia se presenta en otros países?
No. En el caso de Chile, el regreso de Sebastián Piñera a la presidencia fue una reacción ciudadana a la política de Michelle Bachelet en contra de la operación para producir cobre, donde los niveles de inversión llegaron a cero. Le dieron la espalda a lo que representa más de la mitad de las exportaciones. Así no se podrían mantener los estándares de crecimiento económico que ha tenido los chilenos durante los últimos 20 o 30 años.
¿Y el debate en Australia?
Solo lo hay en el tema de las energías renovables. El consenso es general con respecto a las exportaciones mineras. Las ventas al exterior del mineral de hierro son de US$70.000 millones, que es mucho más que las exportaciones totales de Colombia. Este resultado es gracias a la seguridad jurídica y el apoyo de las comunidades. Australia posee estándares ambientales altos para la operación extractiva y las comunidades que conviven con los proyectos tienen la mejores condiciones. La operación es sostenible, incluso en el transporte. Hay que traer a Colombia esas experiencias.
Cerrarle la puerta a la minería es una salida fácil, pero no es la más inteligente…
El que termina destruido es el país y de paso se le hace daño a las comunidades más vulnerables. Con el cierre de la operación del proyecto La Colosa la que perdió fue la comunidad. Está totalmente deprimida, por cuenta de la desinformación. La minería bien hecha es la que beneficia a las comunidades.
Fuente: portafolio.co
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