Colombia es un país rico en minerales. Además del oro, el carbón, el níquel, el hierro o las esmeraldas, también se encuentran en su territorio cobre, arenas, sal terrestre y marina, piedra y arcilla, así como manganeso, plomo, zinc y titanio. Sin olvidar la caliza, el azufre, la barita, la bentonita, el feldespato, la fluorita, el asbesto, la magnesita, el talco, el yeso, la roca fosfórica y las rocas ornamentales. Y la lista podría alargarse.
Esta riqueza hace que en 30 departamentos de Colombia haya actividad minera. Aun así, las concesiones o títulos mineros otorgados no superan el 5% del área del país, lo que demuestra el inmenso potencial que se tiene para la inversión en este tipo de proyectos.
A pesar de que la Inversión extranjera directa ha venido cayendo, la explotación de minerales e hidrocarburos representa el 20% del total de esta inversión en el país, representando en 2106 $2.035 millones de dólares.
Pero, la industria extractiva en Colombia está en una coyuntura plagada de retos y dificultades.
Por un lado, la mala imagen que le genera al sector la extracción ilegal de minerales. Esta es una actividad que no cuida el medio ambiente, no paga impuestos, no aporta regalías. Pero, más grave aún, explota menores de edad y mujeres, genera degradación social, y financia el terrorismo.
Por otro lado, en el contexto de polarización del país, también el tema minero está plagado de desinformación, de tergiversaciones alrededor de la industria y de las compañías, en donde prima lo político sobre lo técnico y la discusión rigurosa, llevando incluso a cortes e instituciones a tomar decisiones apresuradas sobre proyectos de inversión minera en el país, al vaivén de la visibilidad mediática sobre el tema.
Nuestros vecinos como Ecuador, Perú y Chile, en cambio, sacan ventaja con inversiones mineras que, además de aportar inversión y desarrollo económico, trabajan con las comunidades, dinamizan las economías locales, generan trabajo formal, mejoran las prácticas sectoriales y colaboran con el Estado en la lucha contra el trabajo infantil, la informalidad, la corrupción, entre otras.
En Colombia, tenemos el potencial de recursos minerales y la posibilidad de transformarlos en riqueza para cuidar el medio ambiente, aportar al desarrollo social de las regiones y lograr que las empresas mineras, petroleras y energéticas sean recordadas por lo que dejaron y no por lo que extrajeron. Este el único efectivo para cerrarle el paso a la extracción ilícita de minerales deteniendo su avance, que deja a su paso destrucción e ilegalidad.
Por eso, hay que aceptar la invitación del nuevo gobierno a dejar de polarizar para buscar propósitos comunes. Ya no es minería o medio ambiente, sino cómo se hace minería teniendo en cuenta al medio ambiente. En su discurso, el presidente, respecto de la actividad minera de hidrocarburos lo expresó muy bien: “Hay que producir conversando; y conservar produciendo”.
Por Jhan Rivera, consultor en comunicaciones Monodual.
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