El carbón activado podría ser lo siguiente que veas en tu plato. La nueva moda está creciendo en adeptos y productos. ¿Qué tiene de malo? ¿Y de bueno? La ciencia alza la mano y comienza a explicar.
Modas, modas y más modas. La nutrición es un campo de modas, que no de minas. Aunque también. El comer y el beber son el sustrato perfecto para que surja el negocio. Y a veces está bien. ¿Pero son todos los casos buenos? Desde luego que no. Con la enorme proliferación de tecnología, el acceso global a alimentos de todo tipo y la originalidad en los procesos, la sociedad se enfrenta a todo tipo de prácticas alimenticias, que no siempre nutricionales. Una de las más novedosas, parece ser, es la adición del carbón activado o activo a la comida. Un momento, ¿carbón? ¿Activado? ¿Eso qué es, por qué se lo echan a lo que como y para qué sirve? La ciencia explica sus pormenores.
Todo el mundo sabe lo que es el carbón: procedente de la combustión de sustancias vegetales, este elemento negro tiene una grandísima cantidad de carbono. Una de sus peculiaridades es que tiene una gran cantidad de poros. Y aquí es donde viene su parte beneficiosa. El carbón activado se emplea como adsorbente, es decir, una sustancia que adsorbe, atrae y retiene en su superficie, y que no es lo mismo que absorber, por su gran porosidad (y su carga iónica). Estos pequeños agujeros son de tamaño microscópico, lo que permite que adsorban sustancias de tamaño incluso molecular, que quedan atrapadas en las partículas de carbón. Pero el carbón no es carbón activado. Para “activar” el carbón normal se emplean una serie de tratamientos, normalmente de calor, para convertir al carbón en una especie de arenilla. Cada partícula de esta arena negra contiene una mayor cantidad de poros que al principio del tratamiento. Para que nos hagamos una idea, un sólo gramo de carbón activado puede tener entre 50 y 500 metros cuadrados de superficie debido a la porosidad.
Pero, ¿para qué sirve? Debido a su capacidad adsorbente, el carbón activo se emplea para retener partículas de metales preciosos. También se emplea para la purificación del agua, ya que es capaz de retener bacterias, esporas e incluso virus. Aún más impresionante es el uso de esta sustancia en casos de intoxicación, pudiendo eliminar algunos venenos del cuerpo en los primeros momentos de la intoxicación. La industria alimentaria lo emplea para clarificar jarabes y líquidos varios. También se puede emplear para purificar el aire de partículas e incluso gases peligrosos. En definitiva, el carbón activado es un purificador de conocidas y magníficas propiedades, prácticamente inocuo al usarlo de esta manera y bastante barato. ¿Justifica todo esto su uso en la alimentación?
Desde hace un par de años, el carbón activado parece haber aparecido en distintas recetas. Aunque no es del todo común, existen establecimientos que ofrecen alimentos de color negro con esta sustancia. Incluso cafés y otras bebidas. Además de la comida, también han aparecido cremas o pastas de dientes con carbón activado que buscan diferentes resultados. Pero volviendo al apartado alimenticio, sus supuestos beneficios pasan por la reducción de las resacas, bajada de colesterol, blanqueamiento de dientes o la eliminación de (sic) “toxinas”. Incluso existen recetas para hacer batidos o cualquier otra cosa que se nos ocurra con carbón activado. Ahora es cuando llegan las preguntas:
¿Respuesta rápida? No. Respuesta detallada: no existen evidencias científicas que avalen ninguno de los supuestos beneficios de usar carbón activado en la alimentación. El uso de carbón activado en los alimentos surgió un poco dentro de las modas de colores (como la dieta arcoíris). Los alimentos de un color negro profundo pueden ser divertidos, por supuesto, pero no pasa de ahí. El hecho de utilizarse como remedio desintoxicante ya le dio la idea a alguien (alguien sin mucha idea de metabolismo, sin ofender), que si ayudaba a eliminar venenos e intoxicaciones, ayudaría a eliminar toxinas. Bueno, la palabra toxina es una especie de cornucopia de las pseudociencias, empleada para denominar cualquier cosa que se nos ocurra. Pero una toxinas es, concretamente, una sustancia venenosa producida por células vivas de animales. Todos los animales las producimos, como el amoníaco y sus derivados. Y también las expulsamos, por la orina, por ejemplo. Cuando te alimentas, también adquieres sustancias innecesarias y potencialmente peligrosas.
Pero aquí va un secreto: el carbón activo no va a decidir cuáles son estas sustancias y cuáles no. Nuestro cuerpo, entrenado durante millones de años de evolución, sí. Y de las toxinas mejor no hablamos porque el carbón activado no llega ni a encontrarse con ellas por una cuestión muy sencilla: no se absorbe, sino que se expulsa. Esta es una de las razones por las que ante una intoxicación ha de administrarse de inmediato, para evitar que la sustancia perniciosa sea absorbida por el estómago y el carbón pueda retenerla y expulsarla. Es decir, no llegará nunca a ponerse en contacto con las toxinas que nosotros producimos (y nuestro cuerpo elimina de forma natural). Tampoco sirve para curar la resaca ni eliminar el alcohol que ya hayamos absorbido. Así que no, el carbón activado no sirve de mucho si no tenemos una intoxicación aguda.
Técnicamente, no. Al menos en bajas dosis, por supuesto. Pero cuidado, porque sí que existe un peligro que puede resultar letal. El carbón activado tiene la propiedad de adsorber las sustancias químicas extrañas. Esto incluye los medicamentos. Si estamos tomando tratamientos específicos, el carbón activado podría inutilizarlos al secuestrar la sustancias. Todo depende del tiempo de administración y absorción. También se ha observado que el carbón activado retiene parte los micronutrientes, esenciales para la vida, y evita su absorción. Más allá de esto, el carbón activado está contemplado como un complemento alimenticio por la Comunidad Europea y la FDA estadounidense. Esto quiere decir que no tiene una regulación como medicamento y que se puede usar en administración sin ningún tipo de regulación especial. Por ahora, el único efecto secundario observado es el estreñimiento y las heces negras.
Bueno, pues hasta donde se sabe en los laboratorios esto no es cierto. No existe evidencia científica de que el carbón activo pueda retener el colesterol, una variedad enorme de moléculas de gran tamaño y sin carga iónica. Esto último quiere decir que son las típicas sustancias que no serán adsorbidas por las partículas de carbón activado. Es más, sí eso fuera así, también se adsorberían otras sustancias grasas y vitaminas liposolubles necesarias para nuestra alimentación, así que el resultado sería bastante negativo en el caso de usarlo.
Este tema es más complejo. Si bien es cierto que la capacidad de actuar del carbón activado podría adsorber sustancias, es cuestión de plantearse realmente el efecto en estos tejidos. En la piel es difícil que el carbón haga efecto pues, como decíamos, existe una fina película de grasa que no desaparece con esta sustancia más que con cualquier otro exfoliante. No hay muchos datos científicos al respecto, por el momento, pero podría afectar negativamente a la microbiota, los microorganismos que viven en nuestra piel, provocando diversos problemas. En cuanto a los dientes, podría tener algo más de sentido en cuanto a sustancias que se acumulan sobre el esmalte. Los resultados observados es que, efectivamente, ayuda a blanquear los dientes. Pero el efecto, ¿se debe al carbón activo? ¿O a la abrasión por parte de las micropartículas? En este caso el resultado es pernicioso para nuestros dientes que han de conservar lo más intacta posible la capa protectora.
Fuente: hipertextual.com
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