México: el reto, infraestructura digna para todos

Después de un proceso electoral, cuyo desenlace se pudo advertir desde diciembre del año pasado, ha llegado el momento de entregar resultados, de las promesas hechas, y de aquellos mínimos de modernidad que en el primer mundo son parte del día a día, pero que en México no atisbamos como, ni siquiera, algo esperable.

Todo comienza porque la infraestructura urbana con la que contamos es sustancialmente la misma que cuando nacimos.

Aun si los gobiernos de los tres niveles hacen grandes esfuerzos para proveer a la ciudadanía, y a la economía en general, de más carreteras, hospitales, sistemas de aprovisionamiento de agua, electricidad, educación y seguridad, la apariencia o el sentimiento como personas siempre es de que falta y no se ha hecho suficiente.

Es el efecto compuesto de insuficiencia de infraestructura y estándares de diseño menores a lo óptimo el que se vuelve un obstáculo para el desarrollo económico y la satisfacción de la ciudadanía. El reto del nuevo gobierno no debe ser sólo el número de kilómetros de autopistas, cuartos de hotel o usuarios conectados al sistema eléctrico o escuelas construidas; tenemos que empezar porque se cumpla con esas métricas que pueden servir como comparativos con otras economías, pero esos mismos registros tienen que estar condicionados a que cumplan con los estándares de diseño, construcción, mantenimiento y operación de países donde los servicios públicos y la infraestructura son referentes mundiales.

Esto puede querer decir escuelas con estándares de iluminación, acondicionamiento del clima, instalaciones sanitarias y equipamiento educativo de los países del nivel a cuyo bienestar y progreso aspiraríamos. Puede querer decir suministro de agua potable en todo momento, con cualidades para ser bebida o utilizada para cocinar; con cierto nivel de presión, sin necesidad de nuestra típica triada casera de cisterna, bomba de agua y tinaco.

Lo anterior, y estándares análogos para cualquier otro rubro de infraestructura, debieran ser aquellos con los que los nuevos proyectos fueran diseñados y a los que la infraestructura actual debiera ser adaptada. Los estándares y la presupuestación deberían incluir lo necesario para que se dé mantenimiento oportuno y suficiente; en caso contrario, el decaimiento puede volver obsoleta la inversión inicial antes de que nos demos cuenta y caigamos a niveles indeseables de funcionamiento.

Lo expuesto antes no toca el tema de cómo financiar la inversión y operación en esos proyectos, y claramente eso es uno de los factores fundamentales en cómo se podrían concretar. Pero la planeación del futuro de México no puede ser la inercia del presente, tendría que sustentarse en alcanzar los niveles del México que queremos ser y no una simple continuación de quien somos.

El voto popular no fue sólo la opinión sobre la conducta de un grupo en el poder, fue también un clamor por mejores condiciones de vida que, en buena parte, tendrían que ser subsanadas, desde ya, con infraestructura digna para toda la sociedad.

Fuente: elsoldemexico.com.mx
Eduardo Andrade
eduardoandradeiturribarria@mexiconecesitaingenieros.org