La infraestructura nos ayuda a reactivar hoy y a crecer mañana

La inversión en infraestructura que promueva eficiencia productiva, es un importante instrumento para acelerar la actividad económica en el corto plazo, y también para incrementar la productividad y la generación de riqueza en el mediano y largo plazo.

Esto ha sido reconocido desde hace mucho tiempo, y lo era cuando la visión del desarrollo económico fue más ingenua que ahora y se pensaba que se podía acelerar el progreso de los países subdesarrollados con solo proporcionarles capital externo. Se argumentaba que así se podían subsanar la falta de inversión por carencia de ahorro doméstico y la insuficiencia de ingresos fiscales para financiar al estado. Y claro uno de los objetivos del financiamiento externo era la construcción de infraestructura.

Repetidos fracasos en la ejecución de esa política y cambios en la ciencia económica llevaron a abandonar esa vana simplificación. Son abundantes los ejemplos de grandes recursos financieros externos llegando a naciones que a pesar de ellos no tuvieron mayor crecimiento económico.

Con el desarrollo de la economía institucional y de la moderna teoría del crecimiento con su énfasis en el cambio tecnológico endógeno, adquirieron mayor importancia para promover el desarrollo, por una pare, el diseño de organizaciones, de normas y de políticas públicas que generasen estímulos para impulsar la inversión y la estabilidad, y por otra parte, las tareas dirigidas a facilitar la generación de capital humano, de innovación y de cambios tecnológicos que aumentaran la eficiencia.

Por ambos motivos, durante mucho tiempo, bajó el entusiasmo por el financiamiento externo de infraestructura pública. Pero en los últimos años ha vuelto a reconocerse su importancia para la actividad económica y para la eficiencia productiva.

En nuestro caso es aún más evidente la necesidad de invertir recursos sustanciales en infraestructura, por el enorme déficit que el país ha acumulado en este campo, principalmente en cuanto a transporte de bienes y personas.

Ya no solo se trata de estimular una economía que está en franco proceso de desaceleración, como he venido señalando y el propio Banco Central ha reconocido. Tampoco es únicamente que se requiere modernizar nuestra estructura para mejorar la productividad. Se trata además de que son mayúsculos los costos que sufrimos hoy día las personas. Sobre esto no hay necesidad de elaboración alguna.

Y si lo anterior fuera poco se trata también de un tema de justicia social. Con frecuencia oímos los justificados comentarios que señalan la necesidad de descentralizar la ubicación de las empresas para generar empleo en las costas y las zonas fronterizas, lugares en los cuales es más alta la proporción de familias pobres y la desocupación. Pero, ¿cómo se va a dar un incremento en la ubicación de empresas productivas en esas zonas si carecen de la infraestructura necesaria para que esa inversión sea rentable?

Para hacer ahora aún más evidente la necesidad del desarrollo de infraestructura, los trabajos de Carl-Johan Dalgaard y colegas de la Universidad de Copenhague señalan que los caminos desarrollados por los romanos hace milenios están relacionados con el desarrollo actual de infraestructura y con el desarrollo económico.

Estos economistas usaron una base de datos de los caminos construidos por los romanos que fueron más de 80.000 kilómetros en Europa, el Norte de África y Cercano Oriente. Por otra parte midieron el desarrollo actual en esas zonas con base en fotos satelitales de 2010 de la densidad de la iluminación nocturna y correlacionaron ambas informaciones. Se determina que la luminosidad es mayor a lo largo de las carreteras construidas hace 2 mil años. Buscando establecer causalidad señalan que las carreteras fueron construidas por los romanos no para promover la producción sino con fines militares, por lo que el desarrollo es causado por ellas, y no por razones propias de las áreas más desarrolladas, que fueran la causa tanto de la construcción vial como del desarrollo actual.

Así que el imperativo de desarrollar aceleradamente nuestra vialidad no solo se justifica con base en las apremiantes necesidades actuales, la urgencia de reactivar la economía, las ventajas de aumentar la productividad y las razones de justicia social en nuestra geografía, sino también pensando en el bienestar de nuestros descendientes dentro de miles de años.

Fuente: larepublica.net
Miguel Angel Rodríguez