Colombia: aeropuertos sostenibles, más allá de la infraestructura verde

El sector aeroportuario colombiano representa una de las más grandes oportunidades para que el país aterrice en la pista del Desarrollo Sostenible. Un aeropuerto sostenible es mucho más que infraestructura verde, que funciona con energías alternativas, recolecta aguas lluvias para el uso en los sanitarios, cuenta con ciclos cerrados de residuos sólidos, con sellos de construcción sostenible como el «Leed» y certificados de carbono como el «Airport Carbón Accreditation». Un aeropuerto sostenible armoniza con su entorno, apalanca el crecimiento económico y el bienestar social de su territorio, siendo este pues, el marco del Desarrollo Sostenible.

Un aeropuerto verde debería verse como «Ecogal», el aeropuerto dentro del Parque Nacional de Galápagos en el Ecuador. Es un aeropuerto cuyo abastecimiento energético se da por fuentes renovables alternativas, energía solar y eólica. Su construcción se hizo con el re-uso y reciclaj e de la mayoría délos materiales del viejo aeropuerto. Adicionalmente cuenta con una certificación de «carbono neutralidad» en su operación. Una infraestructura totalmente coherente con su ubicación al interior de un Parque Nacional Natural y patrimonio de la humanidad.

Pero ser «verde» no es realmente todo lo que un aeropuerto puede hacer por el desarrollo sostenible. El desarrollo sostenible comprende una concepción integral entre tres pilares fundamentales a saber: El desarrollo humano, el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental. Un aeropuerto «verde» fortalece el pilar de la sostenibilidad ambiental, pero aún hace falta abordar su contribución social y económica. Y no, no se limita a incrementar el número de pasajeros o a promover el ecoturismo.

Un aeropuerto es menos invasivo que una carretera, no implica la fragmentación de ecosistemas y además tiene la capacidad de garantizar la conectividad social de territorios tradicionalmente aislados, garantizando el transporte de medicamentos, enfermos y mercancías propias de la región. Permite la atención pronta a desastres, tal como lo hizo el aeropuerto Tres de Mayo cuando ocurrió la tragedia en Mocoa. Colombia está completamente lleno de aeropuertos que prestan este tipo de funciones sociales, pero que enfrentan todo tipo de inconvenientes por falta de inversión.

A pesar del abandono, en Colombia aún opera la flota más grande de DC 10 del mundo, siendo la principal aeronave en llegar a los lugares más apartados de nuestro país. Y aún sin saberlo, de esta manera se ha contribuido al bienestar y a la manutención económica, por medio del mercadeo de algunos de sus productos.

Si se toman los beneficios de un aeropuerto «verde», sobre todo, en lo referente a su autosostenimiento y sostenibilidad ambiental, para potenciar la labor social y económica que ya cumplen muchos de los aeropuertos regionales en el país; estaríamos trascendiendo de un aeropuerto «verde» a uno verdaderamente sostenible. Son estos aeropuertos, la infraestructura que requiere de nuestra atención para impulsar el desarrollo sostenible desde los territorios.

Si bien hay algunos temas adicionales que habrá que discutir en otro momento. Sería formidable imaginarse, por ejemplo, que el aeropuerto de Araracuara en el Caquetá, fuera la respuesta para mercadear los productos pesqueros de la región y revitalizar ésta actividad económica frente a la minería ilegal. Sería un vuelo desde la economía, con escala en salud y ambiente, destinado al desarrollo sostenible.

Fuente: La República